viernes, 23 de mayo de 2014

La Mirada De Cayo Largo

Estando nuestro protagonista en Cayo Largo por motivos laborales fue sorprendido por el destino con el que iba a ser el momento de más alto contenido erótico de su vida, que no sería una follada memorable sino una mirada.
Cruzándose en direcciones opuestas un hombre cercano a su ideal le dedico tal mirada que nunca había recibido en su vida y que le dejó completamente arrobado.
Lo contaba como el sumum y sólo pensaba en regresar con la esperanza de encontrar al convertido en su imaginación en príncipe azul.
De encontrarlo hubiese descubierto lo que en fondo sabia: que la realidad es trivial cuando no bobalicona.
Como revestimos los eventos ajenos con el aura de lo grotesco, sus colegas y amigas le colocaron el bonito mote de "marquesa de cayo largo" y a mi la historia, que escuché mostrando seriedad, me produjo secreta hilaridad.

Pero hete aquí que el azar me ha puesto en un evento parecido, con mucha menos intensidad por lo menos por mi parte, pero me ha permitido conocer la penetración que puede tener una mirada que dura un segundo, la huella que imprime lo breve y el rastro que puede dejar.

La huella de un instante puede ser para siempre:
Al que vimos subir las escaleras de Sa Murada y vimos después bajar acto seguido ya atracado.
El que de manera oportunista se metió una polla, por lo visto muy deseada, en la boca y que al serle inmediatamente retirada le provocó unos espasmos que parecía le iba a dar algo.
El que entró en el cuarto oscuro de Arena y en dos minutos salió ya robado.
Brevedades que nunca serán olvidadas por sus protagonistas y que nos permiten entender el Instante de Cayo Largo aunque no penetrar en la mente de "la marquesa" que por lo que contaba había sufrido un flash semejante a un satori

Mientras escribo esta reflexión tengo delante la revista XL Semanal. La portada pone que los daneses son los más felices del mundo. Intrigado leo el por qué: la confianza mutua, hasta los payeses dejan sus productos en la carretera y el que se los lleva deja el dinero correspondiente.
Por lo visto no es ni el dinero ni el amor la fuente de la felicidad, sino el honor aplicado al día a día cotidiano.

Suceso insólito. Cruzan por delante media docena de turistas de ambos sexos. Ninguno lleva gorra ni sombrerito ni camisa en escandaloso technicolor.
No falta la preceptiva cámara y están haciendo fotos y grabando a destajo.
Se ve que todos llevamos dentro un reportero que se manifiesta cuando nos ponemos el uniforme de turista, que una lengua viperina llamó videortera:-)

Tu meta es la excelencia
Líbrate de tu idiotez

No hay comentarios:

Publicar un comentario