Serenísima: pa' q' pensar tanto
Respuesta de Jili Poleli
Da mucho que pensar tu consulta. La veo una queja, ya que nadie creo que se queje por pensamientos que resulten gratificantes. En una situación parecida pienso que me encontré y al hablarlo con el Maestro de los Barnices del CoSa me dijo que sufría el Síndrome del Invitado de Piedra, que se manifiesta con desazón y estrés debido al sentimiento de creer no saber todo de algo y a la sensación de percibir engaños; esto puede llevar a una especie de remolino mental y a una incesante búsqueda de resoluciones imposibles. Algunos combaten el síndrome optando por tragar sin más lo que les dan, sin meterse en dolorosos rompecabezas. Para superar el síndrome, el Maestro me dijo: hay que considerar que la mayor parte de conocimientos, y sobretodo sus detalles, son intrascendentes en la práctica para uno, aparte de intrínsecamente incognoscibles en su totalidad, a lo más que se puede aspirar es a una capa de barniz más o menos gruesa. Piensa, por ejemplo, en las palabras belleza, lujo, política, religión; tienes no sólo una idea clara de lo que significan sino que no plantean problemas de comunicación en una conversación. La cosa se complica, para uno mismo, al intentar definirlas y, con los demás, fácilmente su descripción y ramificaciones pueden llevar a discusiones que incluso acaban como el rosario de la aurora. Por encima del pensar puede resultar más útil y provechoso el actuar. Te recomendaría empezar por pulirte en la corrección y en la confianza; de ambas, en uno mismo y en el mundo, vemos como una muy fina capa de barniz y que a las primeras de cambio se esfuma. A la incorrección, en nombre de un absurdo sentido de la dignidad, se responde con incorrección. Un erróneo sentido de la confianza lleva a considerar que se puede soslayar la corrección. Date el trabajo, sencillo por otra parte, de hacer cada día más gruesas tus capas de barniz de la corrección y de ser considerada persona confiable. Nada te dará mayores réditos y satisfacciones. Y no olvides, que al igual que toda elegancia, estas cualidades debe resultar prácticamente imperceptibles.
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